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lunes, 12 de octubre de 2009

EL IDEAL QUE SE ALOJA EN NUESTRO INTERIOR


En estos días, ha llegado a mis manos un bello pensamiento que quiero compartir con ustedes. Dice así:
“Cuando te rindes a lo que es y estás plenamente presente, el pasado ya no tiene ningún poder. Entonces se abre el reino del Ser, que había quedado obstruido por la mente.
El Ser te lleva más allá de los opuestos de la mente y te libera de la dependencia de la forma.
De repente, surge una gran quietud dentro de ti, la sensación de una paz insondable. Y en esa paz hay alegría. Y dentro de esa alegría hay amor. Y en su núcleo más interno está lo sagrado,lo inconmensurable. Eso que no puede ser nombrado".

Por ahí vamos a comenzar nuestra incursión de hoy.

Lo sagrado, lo inconmensurable, el ser, el espíritu, aquello que nos guia y edifica.
La superficie ya la conocemos. Entonces, por qué no meternos en la profundidad? Vale la pena.
Pero antes, me gustaría leerles un breve cuento tibetano que nos ayudará a percibir la importancia de correr nuestra mente, para escuchar la paz del mundo invisible y la belleza del vacío.
Aquí va:

Se trataba de un maestro que parecía obsesionado con una sola idea. Cada vez que tenía contacto con sus alumnos, les repetía la misma palabra:
-Vaciaos, vaciaos. Tanto insistía el maestro con esta cuestión, que sus alumnos comenzaron, secretamente, a cuestionar esta enseñanza. No veían en ella ningún sentido. Un día, respetuosamente, le dijeron: -Maestro, no queremos poner en duda tus enseñanzas, pero... ¿podrías decirnos por qué pones tanto énfasis en que nos vaciemos? -Cuestionar para aprender e investigar es una buena práctica. Pero no puedo responderos con una respuesta llana a vuestra pregunta. Pero les solicito que mañana os reunáis conmigo en el santuario, trayendo cada uno un vaso repleto de agua. Los discípulos, asombrados e incluso un poco incrédulos, siguieron las instrucciones.
Ahora vais a hacer algo muy simple. Golpead el vaso con las cucharas. Quiero escuchar el sonido que producen. Los alumnos golpearon los vasos. No brotó más que un sonido sordo, apagado, sin gracia. Entonces el maestro ordenó: Ahora, vaciad los vasos y golpeadlos nuevamente. Así lo hicieron los monjes. Una vez que los vasos estuvieron vacíos, volvieron a golpearlos con las cucharas. Surgió un sonido intenso, vivo, sin dudas más musical. Los monjes intuían la enseñanza: Así como un vaso lleno no emite sonidos agradables, con una mente atiborrada de conocimientos o contenidos, difícilmente llegaremos a lo esencial del ser."

Cuando los seres humanos queremos elevarnos al cielo a través de la materia, difícilmente consigamos algo más que darnos un fuerte golpe.

Y el golpe es tanto más fuerte cuanto más insistamos en recorrer ese camino.
Es tan obvio que estamos transitando una etapa tan diferente y con fascinantes cambios - de los que podemos ser partícipes activos además de espectadores- , que la intención de la humanidad de insistir en su avance por la vía de la materia, ya se topó con una fuerza infranqueable.
Entonces, tenemos que detenernos y mirar hacia adentro, trascender la materia y buscar la elevación espiritual. Limpiarnos y elevarnos.

En el interior de cada uno de nosotros se aloja un perfecto ideal que viene directamente de la fuente que nos ha creado , motor primero y último de toda la existencia.
Cada persona le pondrá el nombre que desee, ya que realmente lo esencial es captar el sentido profundo y la referencia a la Verdad.
Ese ideal que todos tenemos en nuestro interior, constantemente nos está susurrando: que seamos puros, correctos, nobles, justos, sinceros, amorosos. Y no puede ser de otra manera si proviene directamente de la fuente del Amor, la Sabiduría y la Voluntad de quien nos originó.
El camino que sin dudar tendremos que seguir para nuestro ilimitado crecimiento, será el prestar oídos a la voz del alma , punto de partida que nos posibilitará iniciar nuestra elevación espiritual, renunciando paulatina y definitivamente a poner como centro a la materia.
Avanzo espiritualmente en proporción directa a mi actitud de trascender el mundo ilusorio y tramposo de la materia. No me inclino ante ella, más bien alzo mis ojos a lo alto, y busco el equilibrio.
Equilibrio que iré encontrando cuando logre cruzar en su justa proporción el cielo y la tierra, el espíritu y la materia, el sol y la luna, la espiritualidad y la ciencia.
En mi camino de búsqueda del equilibrio, voy teniendo aciertos y seguro muchos tropezones. Muchas veces la partida me la gana la fuerza que se opone a mi ideal interno, verdad?
Y es entonces cuando una voz que viene de mi interior, de mi más profunda conciencia, me alerta y me recuerda que he caído y necesito volver a intentarlo.
Siempre lo que nos sucede es bueno, si lo vivencio como una exacta y maravillosa oportunidad de aprender y no repetir.
Puedo tener muchas riquezas y creer que estoy pleno, pero en el instante mismo en que mi alma me recuerda que la he manchado , alejándome del ideal que es centro y motor, entonces, en ese exacto momento, sabemos que hemos fallado y a partir de allí no sirve lamentarse, sino reflexionar serena y sinceramente para corregir el curso de acción.
Me doy cuenta, cambio y continúo. No culpo a nadie ni a nada, tampoco me culpo, sencillamente sigo decididamente y con la alegría de saberme unido a la fuente eterna del amor y la sabiduría del universo.
Pensando en una dimensión tan amplia, puedo tener tristeza o culpa? De ninguna manera verdad?
La culpa y el miedo son obstáculos que me detienen en el avance espiritual.
El alma humana detesta las impurezas, va en contra de su esencia. Es por eso que cuando estamos a punto de mancharla, sentimos seguramente una profunda inquietud e intranquilidad en nuestra mente y corazón , pues el ideal nos habla para que nos demos cuenta que estamos equivocando nuestro rumbo y lo corrijamos.
Cuando nos disponemos a escucharlo, estamos siendo más auténticos, nos vamos acercando a la alineación entre lo que soy, pienso, siento y hago.
Me voy sacando las máscaras, voy descorriendo las capas que me separan de la belleza inconmensurable del infinito, del Amor que me une a la Fuente, de la más plena y absoluta Verdad…

Si desoigo la voz que viene de allí, entonces tengo que saber que es como ir anulando mi Yo verdadero, mi esencia brillante, lo que clama por trascender.

Por qué si hemos sido creados con ese ideal que forma parte de nuestro ser, no somos fieles a él? Por qué lo hemos nublado, aún intuyendo que atraeríamos nuestra infelicidad?

Muchos son los interrogantes...
Simplemente dejemos espacio y vibremos con la intención de que la sabiduría que nos atraviesa desde el infinito, sea nuestra mejor guía.
En el silencio y el vacío, se aloja una gran sabiduría. Conectemos con esa voz...
Muchas gracias.




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